jueves, 9 de agosto de 2012

Yo Nunca Fui Bailarina de Ballet


Debo haber tenido como siete u ocho años cuando me pusieron en clases de Ballet. Mis hermanas ya estaban tomando clases hacía un tiempo. Ahora me tocaba a mi el tutú. Estaba bastante emocionada, aunque, no sabía mucho de lo que iba la clase. 
En fin, tenía siete u ocho años. (Y aclaro que esta historia la cuento como la recuerdo yo. Cualquier desvío de los sucesos reales es sólo efecto de la memoria. ) 
Llego a la clase. Es mi primer día. Deben haber habido como veinte nenas más. Es un salón enorme. Todas tienen sus falditas rosadas, donitas en el pelo y por supuesto zapatillas. Yo tengo el leotardo y la falda que tomé prestados de mi hermana. Pero, como aún mi mamá no sabía si me gustaría eso del baile, decidió que no me compraría las zapatiillas hasta después. Al principio no me importó. Ni siquiera me di cuenta. Pero en algún punto me empezó a molestar que yo era la única bailando en medias. Además, se hacía un poco difícil porque resbalaban demasiado en el piso ultra liso del salón. 
Comenzamos con estiramientos. -Abran las piernas, toquense un pie. Toquense el otro. Ahora los dos a la vez. Brazos arriba. Sientense. Estiramiento de mariposa. Luego contianuamos con las poses base. Primera, segunda, tercera. Estas ya yo las sabía porque mi hermana mayor nos hacía hacerlas con ella cuando jugaba a ser nuestra maestra. 
Casi terminando nos mandaron a hacer la mejor parte. Baile libre.  Había que bailar como quisieramos, simplemente mover el cuerpo.  Yo me moví tal como lo hacía frente al espejo de mi cuarto. La cabeza de atras hacia delante. Rodillas dobladas, espalda hacia atrás, y saltos que probablemente deshicieron la donita que llavaba en el pelo.  Todo iba relativamente bien hasta este punto. Me estaba divirtiendo. 
Ahora sólo quedaba lo último. Teniamos que darle varias vueltas al salón, todas una detrás de la otra dando saltos hacia delante. Comenzamos. Estaba contenta hasta que pasó lo que no había prevenido. ¡PUM! Caí al piso como una guanabana. Las demás niñas me pasaron por el lado saltando con sus falditas flotando con tanta gracia. Yo me quede mirando a mi  alrededor abochornada. Las medias me habían hecho resbalar. 
Después de eso nos fuimos. Volví a las clases el próximo día que tocaba. Ese día entre un poco insegura. Comenzamos a hacer lo mismo que la otra vez, pero no se sentía igual. Le dije a la profesora, a mitad de clase, que no quería segir porque hacía mucho calor. Me quedé sentada el resto de la clase. Como quiera tuve que hacer el último ejercicio de saltar alrededor del salón. Esta vez no me caí, pero no quede convencida de que el ballet era para mi.
La tercera clase dije que tenía calor desde el principio. Esta vez me quede sentada todo el tiempo. Ni siquera hize los saltos del final. No me volvieron a llevar las clases de Ballet. Así teminó mi corta carrera como bailarina. No duró mucho, pero la recuerdo. Quisiera haber bailado. Quisiera que no me hubiese abochornado el caerme. Probablemente ninguna de las otras niñas se recuerda de aquella que se cayó en su primer día. En cambio yo, decidí que ese era el fin de mis días bailando. Que tonta he sido aveces. 

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